Música espiritual

Música espiritual

 He de reconocer que este título está bastante forzado.
¿Podríamos hablar de una categoría musical dirigida al Espíritu? ¿Acaso no es la música por definición uno de los artes más espirituales, en cuanto que precisa de un ánima silente que dialogue con las variaciones rítmicas y melódicas? Quizás la diferencia no esté en la escucha, sino en el resultado, lo cual implica que el oyente, en su viaje musical, haya entrado en ese estado ontológico, abstracto y posiblemente místico que le lleva a aunarse a la fuente de la que todo emana y a la que todo vuelve.
En occidente la música espiritual oficial tomaba el nombre de música sacra, aunque seguramente las brujas, druidas y chamanes no estarán de acuerdo con esta definición. De hecho, la música popular estaba impregnada de cantares y ritmos donde se evoca ese poder de la naturaleza para curar el cuerpo de dolores y el alma de pesares.
La música espiritual fue diseñada para que el artista exprese su ánimo o sentimiento del momento. La Raga suele tener su momento del día para escucharse, de forma que el oyente esté anímicamente preparado para adentrarse poco a poco en el tema musical. La raga comienza con la presentación de la escala musical que va a predominar (alap) para ir después caminando nota a nota, sin ritmo ni medida, permitiendo que el músico pueda escaparse de todo proceso mental. En la parte final el ritmo se irá imponiendo y llegará a erigirse en protagonista, finalizando en muchos casos de forma frenética para alcanzar el clímax o éxtasis.


Qawala es la música religiosa de los musulmanes sufís de Pakistán e India Occidental. Sobre una base rítmica muy numerosa, con varios armonios, muestran la melodía que se repetirá continuamente, mientras que la voz solista es contestada una y otra vez por el coro. En la famosa mezquita de Agmer en India, he pasado algunas noches escuchando estos cantos, en los que se llega al éxtasis espiritual gracias a una música incesante y voces tan poderosas como la de Musthafá Alí Khan, cantante que inmortalizó este género musical.
Este estilo musical, tan abierto a la diversidad compositiva e instrumental, es un buen vehículo para viajar con el alma. Al igual que la raga, el jazz basa mucho de su mensaje en la improvisación. Después de establecerse los compases y la melodía base –el esqueleto- los músicos solistas van decorando
los distintos compartimentos emocionales o espirituales con sus solos improvisados y bases rítmicas.

John Coltrane, uno de los jazzistas más espirituales que ha dado el jazz, lo comunicaba de una manera cuasi salvaje. Sus solos de saxo -a veces larguísimos-, son un auténtico ascensor espiritual en su comunicación con lo divino. Su disco A love Supreme es un viaje místico queColtrane que celebró con
estas palabras: “humildemente, pedí recibir los medios para hacer a otros felices a través de la música”.
Mucho menos conocido era el grupo de Jazz fusión CODONA, formado por el trompetista de Jazz Don Cherry, el percusionista brasileño Nanas Vasconcelo y el sitar de Colin Walcott. Con tan solo tres discos crearon un original mundo sonoro que visitaba tanto las deidades budistas como los animismos de la selva
amazónica.
En el viaje a Perú que realicé el pasado año tenía como propósito, además de incorporar algunos instrumentos a nuestro catálogo, conocer y escuchar al músico Tito La Rosa. Lo que había oído de él me había dejado fascinado.
Sus flautas andinas transmiten no sólo un delicado y sutil modo musical, sino que su técnica de insuflar aire –mitad dentro mitad fuera– resulta de un poder místico inusitado. Es como si hablara a ambos lados del cerebro a la vez: al izquierdo con la melodía, al derecho con el viento del chamán. No en vano es un devoto de las plantas sagradas y con su música, logra extender las enormes alas del cóndor para hacerte volar por las cumbres donde habitan los maestros.
No pude encontrarme con Tito a pesar de ir al pequeño pueblo donde vivía.
Pero días después fui a Lima para visitar a su hijo Omar La Rosa, músico y lutier que
construye flautas de bambú en su taller La Rosa De Bambú. De allí me llevé además
de su amistad, unas bellas flautas de abuelos.

Chema Pascual

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